La narrativa gótica es un género literario nacido en Inglaterra a finales del siglo XVIII, relacionado con el género de terror.
Características
Su relación con el arte arquitectural gótico.
El entorno se encuentra en constante cambio según las emociones del protagonista.
El uso de un estilo epistolar (carta).
Una alta carga descriptiva llamada Efecto de realidad.
Y muchas más características que iremos viendo.
No se puede asegurar que la novela de terror no haya existido, hasta la aparición del terror gótico. La primera novela gótica fue El castillo de Otranto (1764), de Horace Walpole, y la última Melmoth el errabundo (1815), de Charles Maturin, aunque esto es muy relativo, pero siempre nos gusta limitar las cosas. Entre estos autores, el género se desarrolló con obras como Vathek, de William Beckford (1742); Los misterios de Udolfo, de Ann Radcliffe (1794); Las aventuras de Caleb Williams, de William Godwin (1794); El monje, de Matthew Lewis (1796), y Manuscrito encontrado en Zaragoza, de Jan Potocki (1805).



Cuando hablamos de novela gótica es preciso distinguirla de la narración popular fantástica del folklore y de los cuentos tradicionales de aparecidos, porque se desarrolla fundamentalmente desde fines del siglo XVIII a la actualidad y posee características distintas asociadas al movimiento estético conocido como Romanticismo.
Las características de este género pasan en primer lugar por una ambientación romántica: paisajes sombríos, bosques tenebrosos, ruinas medievales y castillos con sus respectivos sótanos, criptas y pasadizos bien poblados de fantasmas, ruidos nocturnos, cadenas, esqueletos, demonios... Personajes fascinantes, extraños e insólitos, grandes peligros y a menudo cándidas muchachas en apuros; los elementos sobrenaturales podían aparecer directamente o solamente ser sugeridos.
El adjetivo gótico es debido a que gran parte de las historias trascurren en castillos y monasterios medievales de ese estilo. El terror gótico fue una moda literaria, de origen fundamentalmente anglosajón, que se extendió desde finales del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX, como reacción al Racionalismo, que se basaba en la razón para obtener el conocimiento verdadero y la felicidad.
Las narrativas góticas abundan entre 1765 y 1820, con ingredientes como castillos embrujados, criptas, fantasmas o monstruos, así como las tormentas y tempestades, la nocturnidad y el simple detalle truculento, todo ello surgido muchas veces de leyendas populares.
Aunque Julio Verne cultivó sobre todo los géneros de aventuras y de la ciencia-ficción, existe una novela suya poco conocida que posee las características de la novela gótica: El castillo de los Cárpatos. Dicha novela es considerada como una "rara avis" en la producción de Verne y suele considerarse como su única incursión en el género de la novela gótica, reuniendo todos los elementos que la caracterizan: un castillo tenebroso abandonado, una bella cantante de ópera supuestamente secuestrada por un malvado noble (el Barón Gortz), un héroe enamorado dispuesto a rescatarla hasta enloquecer, supersticiones populares sobre fantasmas y aparecidos, etc... Escrita cinco años antes que Drácula comparte no pocos elementos con la obra de Bram Stoker.

Obras como Carmilla de Sheridan Le Fanu, Frankenstein de Mary Shelley, "El corazón delator" de Edgar Allan Poe, y, más adelante, "Janet, la del cuello torcido" de R. L. Stevenson, "El Horla" de Guy de Maupassant... puede decirse que superan ampliamente el terror gótico, pues o van más allá, y aunque no reúnen las citadas características de la narrativa gótica, salvo en casos excepcionales, tienden al formato corto del cuento en menoscabo de la novela... Por lo tanto pueden considerarse ya como obras plenamente representativas del terror moderno que alcanzará a nuestros días, si bien en este punto la opinión de los críticos está dividida.
En los relatos propiamente góticos se advierte un erotismo larvado y un amor por lo decadente y ruinoso vinculado con lo oculto y lo sobrenatural. La mayoría de los autores sostiene que el gótico ha sido el padre del género de terror, que con posterioridad explotó el fenómeno del miedo con menor interés en los sentimientos de depresión, decadencia y exaltación de lo ruinoso y macabro que fueron el sello de la literatura romántica goticista, y más énfasis en otros elementos.
Fue también escritor de terror el romántico español Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), quien incluyó en sus Leyendas algunos relatos de miedo muy meritorios como Maese Pérez, el Organista, El Miserere y El Monte de las Ánimas.
A fines del siglo XIX, Oscar Wilde tomó este subgénero con humor en su relato El fantasma de Canterville.
Características de la novela gótica desarrollo
La intriga se desarrolla en un viejo castillo o un monasterio.
Atmósfera de misterio y suspenso.
Profecía ancestral (una maldición pesa sobre la propiedad o sobre sus habitantes, presentes o remotos).
Eventos sobrenaturales o de difícil explicación.
Emociones desbocadas (los personajes están sujetos a pasiones desenfrenadas, accesos de pánico, agitaciones del ánimo tales como depresión profunda, angustia, paranoia, celos y amor enfermizo).
Erotismo larvado. Bajo la atmósfera de misterio laten conflictos amorosos mal resueltos y oscuros impulsos sentimentales.
El paradigma de la doncella en apuros es muy frecuente; los personajes femeninos enfrentan situaciones que producen desmayos, gritos, llanto y ataques de nervios.
Para terminar con la narrativa gótica, hablaremos del terror moderno, ya que el primero tiene que ver mucho con el desarrollo del segundo.
El terror moderno
El terror moderno es la etapa de la literatura de terror que se desarrolla ya a partir de la primera mitad del siglo XIX por obra de precursores, como el estadounidense Edgar Allan Poe (1809-1849) y el irlandés Joseph Sheridan Le Fanu (1814-1873), cuyas aportaciones, especialmente el llamado terror psicológico, supusieron una profunda transformación de la literatura de terror gótico anterior, de raíces estrictamente románticas.

Ya en las postrimerías del siglo XIX el cuento de horror o de fantasmas experimentaría nuevamente un gran avance como resultado de las aportaciones de los grandes cultivadores que encontró esta modalidad en Inglaterra (alguno sería de otra nacionalidad, como el francés Guy de Maupassant), en las épocas victoriana y eduardiana. Autores como Robert Louis Stevenson, M. R. James, Henry James, Saki (Héctor Hugh Munro) y Arthur Machen, entre otros, ejercerían una profunda renovación de estilos, temas y contenidos que, ya en pleno siglo XX, acabaría desembocando en el último autor mayor del género: el estadounidense Howard Phillips Lovecraft (1890-1937). Con él, el género macabro experimentaría nuevamente un giro de 180 grados.
No es uno de mis escritores favoritos, pero si hay que darle una mención especial, pues su estilo fue una fusión interesante entre la narrativa gótica y el terror moderno y que a desembocado en muchos casos al terror literario que tenemos hoy en día.
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