El arma perfecta

 



Siempre había sido de las personas que nunca perdían la esperanza, pero esta vez sentado en aquel despacho, de aquel enorme edificio que representaba a la unidad de todas las naciones del mundo, no podía dejar de pensar que habíamos dejado escapar una gran oportunidad. Hacia tiempo que habíamos descubierto aquellas ruinas en Marte, y solamente el saber que en aquel inhóspito planeta, había existido una civilización, hizo que miráramos hacía las estrellas y que por un instante nos olvidáramos que éramos un planeta desorganizado y sin objetivo en común. El principio fue complicado pero según descubríamos, nos dábamos cuenta que si no hacíamos algo nuestro destino era acabar como ellos, unas ruinas perdidas en un planeta desconocido. Se creó un grupo de investigación que poco a poco fue derivando en una nueva organización que se encargaba de todo lo que podíamos averiguar sobre el planeta rojo. Sus descubrimientos hicieron que el hombre quisiera viajar en el espacio, y no solo alcanzar aquel planeta, sino cualquier lugar que la imaginación nos pudiera llevar. Por unos cuantos años nos olvidamos de nuestros odios como humanos y trabajamos en objetivo común, para no ser olvidados en la infinidad del espacio. Todo iba sobre ruedas, habíamos alcanzado Marte y ya se estaban preparando misiones para explorar nuevos rincones de nuestro sistema solar.

 La Organización de Naciones Unidad Interplanetarias, que así se hizo llamar había unido a todos los países y esto hacia que la humanidad avanzara y no solamente en los viajes espaciales, sino en otras ramas de la ciencia. El hombre ya no se centraba en crear objetos tecnológicos para satisfacer sus necesidades básicas, sino que los enfocaba en lo que realmente importaba en conseguir un avance que nos hiciera salir de nuestro pequeño planeta azul. Las fronteras habían desaparecido, y solo eran rayas dibujada en un mapa que colgaban de una pared, pero aquello acabaría pronto. No se sabe como, pero en un pequeño país, de esos que no tienen importancia empezaron a surgir rencillas entre sus habitantes, antiguos rencores de raza que se pensaban ya olvidados comenzaron a extenderse como un cáncer que invadía un cuerpo totalmente sano. De repente aquellas olvidadas fronteras volvieron a tener relevancia, y separaron a gente que hasta hace unos días trabajan por un objetivo común. Volvió a renacer el sentimiento de egoísmo que caracteriza a la humanidad, con frases como este es mi tierra, este es mi lugar y no hay espacio para nadie más. Palabras olvidadas de nación, territorio e idioma, cuyas letras los hace ser diferente, incluso superiores. Cada vez que oía aquel discurso, me daban ganas de saltar y gritar que aquello eran necedades, que si algo nos diferenciaba era nuestro físico y nuestra genética, pues en lo demás todos éramos humanos con un solo corazón y un único cerebro.

Desde mi posición como jefe de la organización de las naciones unidas interplanetarias, un titulo que me daba pena cada vez que lo nombraba, pues nadie se acordaba de nuestro objetivo, ni que significaban esas palabras. Habíamos sido relegados a un segundo plano, las aportaciones de los países era escasa, todos estaba preocupados en reorganizar sus fronteras esas que hace un tiempo habían sido invisibles para todos. Detrás mi mesa que hasta hace poco me había parecido pequeña por la cantidad de proyectos que estábamos preparando y ahora estaba vacía, esperaba el informe de mi secretario sobre los últimos acontecimientos, así como un balance de si la organización era rentable, o teníamos que darle un portazo a todos los proyectos, y olvidarnos de los viajes espaciales, hasta que el hombre volviera a ver la luz o por fin se quedara ciego y nos cerráramos en un mundo oscuro sin salido y explotado. Lo que más me preocupaba era nuestra misión en Marte y la gente que allí teníamos, pues darle un carpetazo al proyecto significaba traerlos a casa o dejarlos olvidados y a su suerte, pues seguramente no había dinero para su regreso. 
Unos golpes sonaron en la puerta, aquel era ya un método antiguo para pedir permiso para entrar, pero todo el mundo en aquel lugar sabía que era nostálgico de las viejas formas. La puerta se abrió y entro un figura juvenil, intente fijarme en su aspecto, pero la verdad que me daba igual solo quería los informes y saber si todo había terminado o aun quedaba una pequeña esperanza. 

— Entra y toma asiento — dije señalando la silla flotante que tenia delante de la mesa.
Su rostro serio no reflejaba que fuera a traerme buenas noticias.

—  Aquí tiene los informes, creo que no van a ser de su agrado, la situación esta peor de lo que nos imaginábamos — dijo mientras se sentaba en la silla que automáticamente se acomodo a su peso y altura para que quedara al nivel de mis ojos.

Me halagó la tarjeta holográfica que introduje en una ranura de mi mesa. Un haz de luz se presentó delante de mis ojos presentándome informes que pasaba con la palma de la mano solo parando en aquellos puntos que pensaban que eran relevantes. Tenia razón era todo un verdadero desastre, seguramente no podríamos salvar ningún proyecto y lo peor de todo, la gente de Marte que no le importaba a nadie.  Aquellas trescientos colonos, serian abandonados a su suerte. La colonia se subsistía fundamentalmente de materias de la tierra, pues se encontraba en su primera fase, lo que significaba que todavía no habían conseguido abastecerse con sus propios recursos y esto les hacía depender del planeta azul.

—  ¿ Estos informes son reales ?, ¿ No hay ningún margen de error ? — le dije pensando que alguna aportación podría hacer, ya que después de ver los informes a mi no se me ocurría nada.

—  No señor presidente, los hemos revisado cientos de veces y la única solución es cerrar todos los proyectos, despedir a todo el personal y esperar que algún día todo vuelva a su cauce normal.

— ¿ Y que pasa con la gente de Marte ?.

— Los analistas dicen que aun podemos enviar una nave con suministros, para que tengan material para unos años, pero eso es todo.

— Por lo menos algunos podrán regresar con la nave que les enviamos — una mueca de disgusto se dibujo en su cara.

—  Eso no será posible ya que la nave es solo de ida ya que no tenemos dinero para el combustible de vuelta.

No podía creer aquellas palabras, que no había dinero para rescatar a unas personas, pero si para levantar muros para separarnos a los unos de los otros. La verdad que con la gente de Marte si que estaban creando un verdadero muro de olvido. En aquel momento casi me pongo a llorar de la desesperación, pero guarde la compostura pues todavía ere el presidente.

—  Mañana convocaremos una rueda de prensa —  le dije en un tono de amargado como si el tuviera la culpa de todo — Comunicaremos la disolución de la organización y haremos un último llamamiento para rescatar a nuestros colonos en Marte.

—  Si señor presidente —  dijo mientras se dibujaba una sonrisa en su rostro.

—  ¿ Que le parece gracioso de la situación, acaso he dicho algún chiste y no me he dado cuenta ?—  dije gritando. 

Había perdido totalmente los nervios, y aquel joven con una suela mueca de sus labios me había sacado de mis casillas

—  No señor, realmente no me río de usted, me río de la humanidad —  sus palabras fueron serenas.

No se como pero ese tono de voz me relajo por un instante quería averiguar porque la humanidad le producía gracia.

—  Me lo podría explicar, la verdad es que ha llamado mi curiosidad.

De repente su actitud cambio, se le veía seguro de si mismo y en sus ojos pude ver un brillo que por un instante me produjo miedo, hasta casi el punto que estuve tentado de llamar a seguridad. Se levantó de la silla flotante, sentándose en una de las esquinas de la mesa.

—  Los humanos tenéis una gran virtud y a la vez esa misma virtud es vuestra debilidad.

¿ Los humanos ?, porque habla de esa manera como si el no estuviera dentro de esa categoría, aquello me estaba resultando muy raro, pero decidí dejarle hablar.

— Ante situaciones complicadas resultáis ser un pueblo difícil de superar, de ello nos dimos cuenta cuando descubristeis nuestras ruinas en Marte, un pequeño hecho desemboco en una rápida colaboración entre todos, aquello nos hizo pensar que nuestra conquista seria una tarea difícil de realizar.

En ese instante esboce una sonrisa, aquel joven no se lo que pretendía pero sus palabras me estaban produciendo gracia. Una raza alienígena que nos destruye utilizando a la propia humanidad como arma que ridículo.

— No es tan ridículo si lo piensa fríamente.

Estaba leyendo mi mente, o solo fue coincidencia. Un escalofrió recorrió mi cuerpo, a lo mejor aquello no era un mal sueño sino la realidad.

— Realmente no leemos la mente solo intuimos palabras, y no podemos influenciar en vuestra conducta aunque tengamos este pequeño poder sobre vuestras primitivas mentes.

Estaba totalmente paralizado tanto física como mentalmente.

— He estado muchos años trabajando para esta presidencia y había momentos en los que me daba pena, ya que sus intenciones son honestas, pero la humanidad como conjunto es un desastre, que tiene que ser erradicado. Y en la búsqueda de este exterminio encontramos la solución y no tuvimos que ir muy lejos — hizo una pausa mientras se dirigía hacia la puerta — así que después de estudiarlos y analizarlos, nos dimos cuenta que el enemigo no tenia que venir del exterior, sino que el enemigo estaba en casa y eran ustedes mismos — Dicho esto abandono la sala.

Cientos de extraños pensamientos empezaron a recorrer mi mente, pero había uno que destacaba sobre los demás, unas palabras comenzaron a recorrer mi cabeza, la humanidad esta condenada y nosotros mismos habíamos sido su verdugo, pues no hay mejor arma perfecta que el hombre para su destrucción.


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