Grandes maestros del terror : Shirley Jackson

 


Shirley Jackson ( 1916 - 1965 ) fue una cuentista y novelista estadounidense especializada en el género de terror. Su obra abarca la literatura infantil, los cuentos siniestros y la novela gótica, además de numerosos ensayos y artículos sobre sus vivencias como madre y esposa de crítico literario, aficionada a rituales muy poco ortodoxos y nada recomendables para una tímida ama de casa que residía en un pequeño y tranquilo pueblo.

Sus obras más conocidas son posiblemente el relato corto La lotería (1948), que sugiere la existencia de un tétrico y estremecedor submundo en las pequeñas ciudades de la América profunda, y La maldición de Hill House (1959).



Escritora conocida en Estados Unidos durante su vida, aunque carente de prestigio como autora, Jackson se vio rodeada de una leyenda tan oscura como sus textos, a juzgar por sus propias palabras y los testimonios de quienes la conocieron. Muchos de sus cuentos fueron publicados por primera vez en The New Yorker, donde colaboró de manera regular durante las décadas de los años cuarenta y cincuenta, así como en otras revistas (Harper’s, Collier’s, Woman’s Day…).

Shirley Jackson nació hace cien años en San Francisco, dentro de una familia de clase media que no recibió muy bien su llegada, demasiado temprana para su madre, que se acababa de casar y quería disfrutar del matrimonio. Siendo muy jovencita, sus padres dejaron bien claro que detestaban lo que ella escribía. Se graduó en la universidad de Syracusa, Nueva York, donde conoció a Stanley Edgar Hyman, el estudiante con quien se casó nada más terminar los estudios y con quien se fue a vivir a ese pequeño y tranquilo pueblo de Vermont, porque estaba cerca de la universidad donde Hyman iba a dar clases, al tiempo que desarrollaba una popular carrera de crítico literario.



Su vida fue, como en alguno de sus textos, la de una mujer fragmentada en varias personalidades. Estaba la Shirley Jackson esposa y madre, una mujer cariñosa, fuerte, y volcada con su familia. Por otro lado, la Shirley niña, que siempre se sintió fea, con problemas de peso, que no se sentía aceptada por sus padres, ni por su marido o sus vecinos… Y estaba la Shirley Jackson escritora, aguda observadora del mundo que la rodeaba, capaz de reírse de sus propias miserias, que conjuraba el miedo en sus cuentos. La relación entre las Shirleys no terminó bien: tras años de dependencia de fármacos y abuso de tabaco, alcohol y comida, murió a los cuarenta y nueve años, en agosto de 1965. Todavía se estaba escribiendo un último cuento con ecos de su literatura siniestra. El marido se volvía a casar ese mismo año. La nueva esposa era una de sus jóvenes alumnas, que compartía clase con su hija pequeña.

Muchas lectoras se veían reflejadas en Jackson: mujeres con familia, de clase media, quienes querían ser escritoras de cuentos para niños o novelistas de temas cómicos, un género que tuvo sus propias estrellas por aquel entonces. Pero esta aparente sintonía con el público cambió en 1948. Jackson ya había publicado su primera novela, la inquietante The Road Through The Wall, y diversos relatos, pero ninguno similar a «La lotería». Al menos, ninguno que tuviese un contenido tan brutal y explícito.




Jackson escribió sobre la brujería en Nueva Inglaterra y los ritos antiguos en aquel territorio, un tema que la apasionaba. Tras la polémica de «La lotería», Jackson se negó a responder entrevistas o participar en cualquier reportaje, aduciendo que su obra ya era lo suficientemente clara. Su marido, en una de sus habituales bromas, declaró a la prensa que se había casado con una bruja, y los periódicos, por supuesto, se lo tomaron en serio. La propia Shirley reconoció que llevaba desde niña practicando vudú y que tenía mucha experiencia con los encantamientos y las maldiciones.

En la última novela que escribió Shirley Jackson también se levanta una valla alrededor de la casa donde viven sus protagonistas. En 1962 se publicó Siempre hemos vivido en el castillo (Ed. Edhasa, 1990), memorable cuento gótico sobre la claustrofobia y la enajenación. Las hermanas Blackwood viven en la antigua casa familiar, de pasado esplendoroso, aisladas del resto del pueblo, con la compañía de un gato y su tío Julian, anciano paralítico, que se pasa el día escribiendo y rescribiendo la historia familiar. Hay deudas y ofensas con las familias y vecinos del pueblo que no han sido arregladas. La mayor, Constance, es una mujer joven y bondadosa, pero no sale nunca de la casa, siempre limpiando y cocinando. La pequeña, Merricat, es una postadolescente agresiva y salvaje, que solo sale para hacer la compra, y después vuelve corriendo al terreno familiar, donde lo único que hace es comer los deliciosos platos que prepara su hermana, y ensayar rituales mágicos para proteger el terreno.





En 1965, Shirley Jackson murió de un ataque al corazón mientras dormía, a la edad de 48 años. Tenía sobrepeso y fumaba mucho, por lo que había sufrido durante años problemas de salud relacionados con estos dos problemas. Cerca del final de su vida, Jackson acudía al psicólogo para tratar su ansiedad severa, que la había mantenido en casa prácticamente todo el año anterior. El doctor le prescribió barbitúricos, en un tiempo en el que se consideraba un fármaco seguro e inofensivo. Durante muchos años antes, Jackson recibió prescripciones periódicas de anfetaminas para perder peso, que pudieron haber agravado inadvertidamente su ansiedad, dejándola en un círculo de abuso de fármacos en el que tomaba los dos medicamentos para contrarrestar el efecto de cada uno. Algunos de estos factores, o una combinación de los dos, pueden haber contribuido al declive de su salud y su prematura muerte.


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